Javier y nosotros, que lo quisimos tanto …

Javier Neves, nuestro amigo más querido, nuestro maestro, referente y mentor desde los años de nuestra juventud, no está más con nosotros.

Creímos que era eterno, incombustible, inmune a la muerte, a la vista de su entusiasmo, sus ganas de vivir y su alegría, pese a sufrir desde hace muchos años una dura enfermedad que lo iba desgastando, aunque no por ello le hacía perder su fuerza y su vitalidad, su amor por las buenas cosas que da la vida, el buen vino y los amigos.

Ha sido, finalmente,  el «hachazo invisible y homicida» de esta pandemia quien nos lo ha arrebatado, bien que no sin una férrea resistencia de su parte y sin que en momento alguno perdiera su presencia de ánimo, su fuerza y su valor.

No recuerdo exactamente cuándo conocí a Javier. Debió ser a principios de la década de los ochenta y en la Facultad de Derecho de nuestra alma máter, la Pontificia Universidad Católica del Perú. Nuestra amistad y nuestro vínculo como laboralistas data de esos años, cuando él no era aún profesor y yo era todavía estudiante.

De entonces guardo un recuerdo imborrable, de su amistosa sonrisa, de su preocupación por todos y cada uno de los que lo rodeábamos y de su inagotable interés por explorar nuevos caminos y construir proyectos nuevos que contribuyan a hacer de nuestro país un lugar mejor para las personas que trabajan, siempre desde la seriedad y el rigor.

Fue precisamente esa vocación la que lo llevaría entonces a empezar su carrera como profesor en nuestra Facultad. Y luego a dedicarse por completo a esta labor. Algo que no era habitual cuando tomó esa decisión y que fue para él una fuente inagotable de felicidad en los años sucesivos.

Porque Javier irradiaba felicidad y entrega en todo lo que hacía y porque lo que más lo inspiraba era darse a los demás. Dan testimonio de ello sus amigos, las incontables generaciones de alumnos que aprendieron a quererlo y a admirarlo. Y, por supuesto, sus discípulos.

Unos discípulos a los que en algunos casos, como el mío o el de Alfredo Villavicencio, apenas superaba en edad por poco más de un lustro. Pero que supimos siempre valorar y admirar su talento como arquitecto de ideas, forjador de lealtades e impulsor de proyectos.

Allí están, para dar testimonio de ello, las historias de Cahuide y de Trabajo y Constitución, que constituyen el punto de partida de la modernización del Derecho del Trabajo en el Perú.

Porque Javier era también un visionario.

Un visionario que optó por la academia cuando para nadie era una opción, que postuló la necesidad de una reflexión colectiva en una etapa de su vida y la nuestra en la que muchos se decidían por las soluciones individuales, que se inclinó por defender la seriedad de la reflexión doctrinal cuando eran más comunes los textos de denuncia, que fue el primero en advertir la importancia que tenía para el futuro de nuestro Derecho del Trabajo la norma constitucional y se propuso estudiarla cuando era aún frecuente considerarla parte de una estructura de dominación, que alentó a muchos a salir fuera a formarse en un momento en el que esta era una opción no vista como una vía para el éxito profesional, que sabía extraer de todos los temas la esencia con una fina intuición y una pasmosa velocidad en el razonamiento que siempre nos parecieron únicas en él.

Por supuesto, Javier fue muchas cosas más. Un gran amigo de sus amigos, un compañero de encuentros festivos, llenos de jolgorio y abundantemente regados, un bromista digno de ser temido, un lector impenitente, un amante de la poesía y un hombre culto y bueno.

Sin que nunca renunciase a sus convicciones ni dejase de ser un amigo y un defensor de quienes viven de su trabajo. Lo demostró todos los días de su vida, en todos sus actos, como maestro, como jurista y como Ministro de Trabajo, en una etapa inolvidable que nos volvió a unir, otra vez al lado de Alfredo Villavicencio, diecisiete años después de mi salida del Perú.

De ello también da testimonio su obra científica, fina, elegante y selecta, dentro de la cual tienen un espacio singular, al lado de sus luminosos estudios sobre el sistema de fuentes, los temas relacionados con el Derecho Colectivo del Trabajo y la autonomía colectiva.

Con Javier se va algo de todos nosotros, porque sin él no hubiéramos sido los mismos. Y porque él hizo posible que fuéramos mejores.

Pero, a la vez, un poco de él seguramente pervive en nosotros. En lo que somos, en lo que creemos y en aquello para lo que vivimos.

Qué no daríamos, sin embargo, por solo un encuentro más, por volver a estar juntos al menos una vez y disfrutar de su afecto y compañía.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

                                                                                                                     Miguel Hernández, 1936

Para los que han llegado hasta aquí, les regalo este texto sobre la contribución de Javier a la modernización del Derecho del Trabajo en el Perú, escrito junto a Alfredo Villavicencio:

Contribucion-j-neves-wsanguineti-avillavicencio

Texto publicado en AA.VV., Estudios de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Libro homenaje a Javier Neves Mujica, Lima, Ed. Grijley, 2009, págs. 3-16

3 comentarios en “Javier y nosotros, que lo quisimos tanto …

  1. Estimado profesor Sanguineti, bonitas palabras al Maestro, definitivamente: «Con Javier se va algo de todos nosotros, porque sin él no hubiéramos sido los mismos. Y porque él hizo posible que fuéramos mejores». Ha sido inspiración
    y guía para muchos laboralistas, en lo personal, para elegir la especialidad. Recuerdo que en verano del 2015, vine desde Puno para llevar cursos vacacionales en la UNMSM y PUCP, ahí compré el libro de Introducción al Derecho del Trabajo, cuya lectura fue muy productiva y que, finalmente me hizo tomar la decisión de especializarme en la rama, y a su vez, estudiar posteriormente la maestría en la PUCP. Aquél verano, conocí personalmente al profesor Javier, en un evento sobre la Ley Pulpin, ideas claras y precisas, algo muy particular de él. QEPD.

    Gracias por el libro.
    Un abrazo desde la Ciudad Lacustre.
    Yasmany

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