«Llegamos aquí con ilusión y con el aliento de los débiles. Son ellos los que nos han dado las llaves de este edificio y a ellos nos debemos». Pocas veces he podido oír unas palabras que me emocionen más y me llenen más claramente de esperanza. Más aún cuando vinieron seguidas del siguiente compromiso: «lamentablemente, en muchos casos el trabajo se ha convertido en un espacio de sufrimiento. Nuestro empeño es devolverle la ciudadanía a la gente que trabaja, alumbrar con luces largas los cuartos oscuros de nuestra Constitución. Los recovecos que hablan de estado social, de libertad sindical, de derecho al trabajo, de asociacionismo, de participación, de igualdad sustancial, de democracia en la empresa …».
Las pronunció Joaquín Perez Rey, querido compañero y amigo y hoy flamante Secretario de Estado de Empleo y Economía Social en la intervención que siguió a su toma de posesión del cargo. En ellas se resume toda la fuerza e inspiración que alumbran al nuevo equipo de dirección del Ministerio de Trabajo y Economía Social, en el que acompañan a la Ministra Yolanda Díaz otros muy apreciados compañeros procedentes del mundo universitario, como María Amparo Ballester, Maravillas Espín o Ricardo Morón, y también su clara y firme voluntad de transformación, desde bases constitucionales, de nuestras relaciones laborales, que tanto la necesitan luego de tantos y tan duros años en los que esta preocupación estuvo ausente.
Más no se puede pedir. Compromiso, voluntad e inspiración para poner en marcha un programa de reformas cuyos contenidos se irán construyendo paso a paso, a partir de las grandes líneas marcadas por el acuerdo para un gobierno de coalición suscrito por las fuerzas políticas que hoy conducen el país. Y en función de las posibilidades y los límites que a su acción vaya imponiendo la dinámica cotidiana de la acción política y la interrelación entre las fuerzas y los actores sociales a los que se deben.
Lo importante ahora es constatar, con satisfacción inmensa, que el espíritu del cambio se ha instalado en el Ministerio de Trabajo de la mano de un equipo que abordará con ilusión, conocimiento y coraje la puesta en marcha de las políticas que el reequilibrio democrático de nuestras relaciones laborales requieren. Lo cual nos hace albergar esperanzas más que fundadas de que todo lo que se propongan, si posible, terminará por convertirse en realidad.
Por supuesto, hago votos, como tantos otros, por que así sea.
A continuación comparto con los amigos de este cuaderno de notas el texto de la intervención realizada el pasado 3 de febrero por Joaquín Perez Rey:
«Comienzo con el primero de los muchos agradecimientos en los que se resume esta breve intervención. Gracias a los funcionarios del ministerio por su acogida. Entre las virtudes de este equipo no está precisamente la de tomarse las cosas con parsimonia y tranquilidad. Y hemos encontrado lo que necesitábamos una plantilla espectacular, llena de conocimientos y, pese a las carencias, dispuesta a dar lo mejor de sí misma. Gente magnifica que nos ha sacado adelante el trabajo y que ha permitido que en unas semanas normas que serán decisivas para los trabajadores de este país, estén ya dispuestas y prontas.
Llegamos aquí con ilusión y con el aliento de los débiles. Son ellos los que nos han dado las llaves de este edificio y a ellos nos debemos. Los rostros de las que limpian hoteles, de las paradas, de los precarios, de los trabajadores y las trabajadoras que cada día crean la riqueza de la que este país se nutre.
Lamentablemente en muchos casos el trabajo se ha convertido en un espacio de sufrimiento. Nuestro empeño es devolverle la ciudadanía a la gente que trabaja, alumbrar con luces largas los cuartos oscuros de nuestra Constitución, la que justo ahora me he comprometido a cumplir. Los recovecos que hablan de estado social, de libertad sindical, de derecho al trabajo, de asociacionismo de participación, de igualdad sustancial, de democracia en la empresa…
Esos lugares que tanto esfuerzo les costó a los que nos antecedieron – como Julian Ariza, aquí presente o Suso Diaz, el padre de la ministra – y con los que nos une un sentimiento fraterno, un hilo que no se puede romper porque está construido con las hebras de la solidaridad. Una generación acostumbrada a la derrota de la que, sin embargo, lo hemos aprendido casi todo.
No surgimos de la nada, llevamos años trabajando con un equipo extraordinario y con la colaboración de muchos de los que hoy llenan este zaguán. Ahora los vamos a necesitar más que nunca. Y consuela tenerlos cerca. Porque enfrentar un reto de esta naturaleza requiere de toda nuestra inteligencia para, entre tantas otras cuestiones, poner freno a la precariedad, evitar el fraude en la norma laboral en forma de riders, falsas cooperativas o falsos autónomos, devolver el equilibrio a la negociación colectiva, introducir la democracia en las empresas, impulsar la economía social y los derechos de los autónomos…
Garantizar y promover en definitiva los derechos humanos laborales, haciendo propia la idea de trabajo decente e incorporando a nuestro ordenamiento las normas internacionales y europeas que aún nos restan. Trabajaremos codo con codo con la OIT porque estamos convencidos de que solo es posible mirar el trabajo con las lentes del internacionalismo.
Y haremos todo este esfuerzo, en el que nos vamos a dejar la piel, para desembocar en un nuevo Estatuto del Trabajo que responda a las necesidades de un mundo, el del trabajo, que ya no cabe en el texto que se ideó en 1980.
Pero no solo es importante el qué, para este Ministerio es igual de decisivo el cómo. Creo con humildad que hemos inaugurado en este brevísimo tiempo una nueva forma de hacer las cosas, en unas relaciones laborales presididas por el diálogo social y que tiene en este intercambio su protagonismo, confiando en el equilibrio que surge del encuentro entre el sindicalismo y la patronal que por cierto están representados en este acto por personas de la más alta competencia, muchas de las cuales nos acompañan y es un lujo y un placer trabajar cotidianamente con ellos y aprender conjuntamente de estas experiencias.
Nuestros propósitos son ambiciosos y su consecución es seguramente el mejor homenaje que le podemos brindar al Ministerio de Trabajo que este año cumple su centenario, algo que también queremos destacar, y queremos ponerlo en el centro de nuestro discurso porque ello supondrá que el trabajo, tantas veces olvidado y relegado, casi camuflado, vuelva también al centro del debate social y deje de ser tratado como una mera variable económica.
Me produce mucha alegría además saber que cuento con el apoyo de mi familia. Y aquí no me extiendo porque, como soy alguien muy propenso a caer rápidamente en lo sentimental, no merece la pena empezar con lágrimas un camino que emprendemos con alegría.
Termino. Para un profesor de universidad como lo soy yo no es fácil llevarle la contraria a ese intelectual espectacular que era Adorno. Cuenta una anécdota que reclamado por los estudiantes para que se sumará a sus protestas y las apoyara, el profesor se dirigió al micrófono ante la asamblea y tras un instante de duda pasó de largo, camino de nuevo hacia el Seminario de filosofía en donde tenía su despacho. Uno de sus alumnos resumió esta acción diciendo que en el umbral de la práctica el profesor volvió a refugiarse en la teoría.
Y yo he hecho lo contrario, aunque desde luego no puedo compararme con Adorno. Porque mi impulso era más poderoso, se llama Yolanda Díaz y que sea ministra de trabajo es para muchos la noticia más emocionante que la política nos ha deparado en décadas. Es un orgullo caminar a tu lado compañera, es un orgullo caminar al lado de un equipo fantástico, a los que me une un lazo de fraternidad que me enorgullece y me sostiene, queridas y queridos compañeros.»